Podría decirse que José también está de aniversario, pues son precisamente 40 los años que lleva ligado a nuestra empresa. Sus inicios en el mundo de la agricultura fueron de la mano de Grupo La Caña, cuando en 1978 Miguel García Sánchez abría sus puertas para dar salida a los frutos producidos en nuestras tierras. Ahora, a sus 62 años ya ve más cerca el momento de soltar el timón en manos de dos de sus hijos, José y Silvia, así como el cuñado de estos, Lorenzo. Pero difícilmente conseguirá alejarse por completo de lo que siempre ha disfrutado tanto, su campo.

Cuéntanos José, ¿cómo fueron tus inicios en el mundo de la agricultura?

Yo esto es lo que conozco de toda la vida porque mi padre tenía campo, pero no fue hasta después de la mili cuando empecé de verdad a trabajarlo, pero también es verdad que a mí siempre me ha gustado el campo y no se me daba mal del todo (bromea). Por aquel entonces cultivábamos en la vega sembrando patatas, judías, tomate, todo en la misma tierra.

¿Desde cuándo confías tus frutos a nuestra empresa?

Desde el mismo día que Miguel abrió las puertas del almacén. Yo conocía a la familia García desde pequeño, de la época que vivíamos en los Tablones. Desde que empecé a labrar traigo aquí mi género.

De eso hace ya 40 años José… ¿desde entonces nunca se desligó de nosotros?

Nunca, ni por un tiempo corto. Y sé que el tiempo que me queda por labrar aquí voy a seguir con ellos.

¿Cómo ha conseguido la empresa mantener su confianza durante estas cuatro décadas?

Yo aposté por Miguel García cuando ya existían empresas similares, pero escogí estar aquí y si no me he ido, será que han hecho las cosas bien (bromea José). Campaña tras campaña he visto que aquí había futuro, que la empresa iba a más y que podríamos ir a mejor.

Pero imagino que despues de tantos años, la rentabilidad no ha sido el único factor que te hizo apostar por Grupo La Caña…

Siempre han sido muy cercanos al agricultor. Yo puedo decir que he llamado a una puerta y se ha abierto, si he ido a buscarlos por un problema, se me ha atendido. A mí esta empresa me ha dado mucha estabilidad y sobre todo, la tranquilidad de que ellos siempre iban a darle la mejor salida posible al género que les llevo.

La empresa sin sus agricultores no habría podido llegar tan lejos. Cuatro décadas remando juntos… ¿dirías que, de algún modo, habéis ido creciendo a la par?

Como profesional agrícola claro que sí, yo también he ido creciendo en fincas. Desde el primer invernadero que levanté hasta hoy, son ya casi 30 marjales los que tengo en producción.

Uno de nuestros grandes baluartes fue nuestra apuesta decidida por ofreceros un departamento técnico siempre a vuestro servicio. ¿Cómo recuerdas la llegada de los peritos?

Se notó muchísimo. Aunque uno sea buen agricultor, no lo sabe todo y si no fuera por ellos, hay problemas que no habría podido solucionar por mi mismo. También es muy importante poder contar con ellos para que te asesoren en cuanto a qué variedades sembrar; me aconsejan qué me va a funcionar mejor y yo, que siempre les hago caso, he visto lo bien que me ha ido.

Y también a través del Dpto. Técnico podéis planificar la campaña año tras año con nosotros.

Hemos ganado mucha seguridad con la planificación, trabajas con otra tranquilidad y con los objetivos más claros. Ellos te informan de lo que pide el mercado y se planifica en función de ello. Por eso me gusta hacer las cosas bien y suelo poner sólo las variedades que están dentro de lo que tiene programado la empresa, aquellas que mejor se van a comercializar.

Por los años que sumas como agricultor intuyo que experimentaste la transición de la vega al invernadero en primera fila.

Sí, de hecho fui de los primeros en arriesgarme a levantar un invernadero en esta zona. Lo primero que sembré fueron judías, melones y pronto empecé con el pepino.

La inversión inicial debió ser importante.

Sí, pero se rentabilizó pronto, en los primeros años el plástico funcionó especialmente bien y se notó en los bolsillos.

De la evolución de la agricultura que tú mismo has podido vivir en estos 40 años, ¿qué ha marcado la diferencia?

Sin duda el poder automatizarlo todo, ese es el mejor invento que pudo hacerse para que nosotros ganásemos en tranquilidad. Es una inversión cara, pero a la larga compensa y se agredece. Y lo que más ha cambiado es que ahora el agricultor es menos esclavo, aunque yo mientras hay sol estoy pendiente del campo, no tengo horario… me implico mucho.

Quien también ha evolucionado mucho ha sido el mercado, con una tendencia clara hacia la exportación y un crecimiento constante, ¿verdad?

Sí, la agricultura ha sido muy importante para la economía de la zona. La única fuente de ingresos que nunca ha faltado ha sido esta. La agricultura siempre ha seguido dando de comer, sobre todo gracias a los invernaderos. Si no fuera porque tenemos esto… he visto como muchos que se fueron al ladrillo volvían casi todos al campo.

De tus cuatro hijos, dos trabajan ya contigo en el campo. Como padre ¿ves futuro para ellos en la agricultura?

Pienso que sí, que esto va a ir más y que aquí pueden tener su porvenir. El campo va a seguir dando de comer a las casas porque yo mismo he visto que hasta ahora nunca ha ido a menos. Aunque hayamos pasado años difíciles, poco a poco nos hemos repuesto y hemos ido siempre a más.

Con 62 años se va acercando la edad de jubilarse pero… ¿te vas a retirar del todo?

Pues claro que no, me van a tener aquí todos los días (ríe). Yo seguiré asomando por las fincas, que algo todavía creo yo que puedo enseñarles… y lo más importante, para apoyarles en lo que necesiten.

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