La inocuidad alimentaria se refiere a las condiciones y prácticas que preservan la calidad de los alimentos para prevenir la contaminación y las enfermedades transmitidas por el consumo de los mismos.
Este concepto está estrechamente ligado a la seguridad alimentaria, y ésta, no se completa sin la inocuidad alimentaria. Así lo marca la Agenda 2030 de las Naciones Unidas en su Segundo Objetivo del Desarrollo Sostenible (ODS), “Poner fin al hambre, lograr la seguridad alimentaria y la mejora de la nutrición y promover la agricultura sostenible”. Los alimentos son esenciales para nuestra existencia, por ello la eliminación de cualquier tipo de riesgo para las personas en el consumo de los alimentos, supone el eje de la seguridad alimentaria.
La Organización Mundial de la Salud estima que 1 de cada 10 personas se encuentra enferma por ingerir alimentos procesados o preparados por otros. Por ello, las prácticas en inocuidad alimentaria han tomado gran importancia y requieren ser implantadas en toda la cadena de producción y suministro de alimentos.
En Grupo La Caña nos hemos marcado los objetivos de producir y comercializar alimentos saludables y hacerlo como referentes de seguridad alimentaria, sostenibilidad ambiental y responsabilidad social. De este modo nos alineamos con la nueva cláusula 1.1.2. incorporada en 2018 por BRC Food, donde recoge que “El equipo directivo del establecimiento definirá y mantendrá un plan claro para impulsar el desarrollo y la mejora continua de una cultura de calidad y seguridad de los alimentos”.
Pero para lograr unas prácticas correctas, se debe ir más allá de las normas obligatorias establecidas por los estándares de seguridad e higiene agroalimentaria, e implantar una cultura empresarial basada en “cultura de inocuidad”.
Esta “cultura de inocuidad” sienta las bases para que todas las áreas de trabajo de la organización, desde la dirección general y hasta el personal operario de planta, estén implicadas en el plan de trabajo de seguridad e inocuidad alimentaria. Hemos creado un grupo de trabajo que ha desarrollado este plan, donde se establecen los criterios para la implantación de las prácticas de inocuidad alimentaria, describe unos objetivos medibles y un planteamiento de mejora continua interanual.
El objetivo fundamental del plan consiste en incorporar hábitos de comportamiento responsable en las tareas diarias de todos los trabajadores, que sólo se consigue trabajando en estos aspectos:
- El liderazgo organizacional que marca la dirección y el tono de la cultura de inocuidad alimentaria de la compañía. La dirección ha de tener una visión clara sobre la cultura de inocuidad, que debe transmitir con mensajes claros y efectivos a toda la organización.
- Las personas son un componente crítico para la cultura de inocuidad alimentaria. Los comportamientos y actividades del empleado contribuyen a la inocuidad alimentaria y se hace vital establecer una estructura con responsabilidades y roles claramente definidos.
- El grado con el que se empodera a las personas para promover la inocuidad alimentaria, impactará en la habilidad de la organización para adaptarse, mejorar y sostener su cultura de inocuidad alimentaria. Todos los líderes deben “practicar lo que predican,” y permanecer consistentes en sus mensajes para asegurar el claro entendimiento de que la inocuidad alimentaria se trata de un viaje de mejora continua.
- La consistencia, referida al hecho de alinear las prioridades de inocuidad alimentaria con las personas, la tecnología, los recursos y procesos.
- “La adaptabilidad” se refiere a la habilidad de ajustarse a las influencias y condiciones cambiantes. El cambio puede ser anticipado o puede tomar forma de un hecho concreto, tal como la retirada de un producto o un inconveniente con un cliente. En una empresa con una cultura de inocuidad fuerte, su adaptabilidad se ve reflejada en su habilidad de anticiparse, prepararse, responder, o adaptarse al cambio.
- La concienciación de los peligros y riesgos inherentes a todo proceso de producción, manipulado y envasado de alimentos, basado en una filosofía de trabajo que olvida al mercado y pone el foco en las personas.
No sólo hay que estructurar un planteamiento de trabajo para crear los hábitos de comportamiento responsable sobre los que se basan las prácticas de inocuidad alimentaria, sino que han de establecerse mecanismos de participación a todos los niveles de la organización.
Así en Grupo La Caña, hemos impartido charlas formativas para que los trabajadores sean conscientes de la necesidad de comunicar a sus superiores cualquier evidencia que observen de la existencia de productos o materias primas que no sean inocuos o conformes con las especificaciones y para que se puedan resolver aquellos problemas que requieran una intervención inmediata. Esta comunicación se apoya además también con un buzón de sugerencias para que los trabajadores puedan realizar propuestas de mejora en cualquier aspecto que atañe a la inocuidad alimentaria.
Todo esto con el claro convencimiento de la cultura de inocuidad alimentaria conducirá a un sistema de gestión de seguridad alimentaria más sólido, con mayor garantía y capaz de anticiparse a los riesgos.